Reflexiones sobre el lugar y función de la música en el alma humana
La vida, así como la conocemos, así como nos ha sido impuesta, dice el abuelito Freud en "El malestar en la cultura" (1930), la vida nos resulta demasiado pesada, nos ofrece excesivos sufrimientos, decepciones, tareas o emprendimientos imposibles.
Para soportarla, necesitamos algunos "aliviantes", algún bálzamo, y cita a un poeta: "No se puede prescindir de las muletas" (Theodor Fontane).
Y propone entonces tres tipos de atenuantes:
- distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria;
- satisfacciones sustitutivas que la reducen;
- y, narcóticos que nos tornan insensibles a la vida.
Afirma Freud, alguno cualquiera de estos remedios nos es indispensable.
Después de este fragmentito me quedo pensando... creo que la música, para quien esté inclinado a soportarla, muy bien ocupa un lugar en las tres clasificaciones: 1) es una poderosa distracción, 2) es tambien una fuente de satisfacción y de indescriptible placer, y 3) es prácticamente un narcótico, no sólo puede tornarte insensible a la vida, a veces todo lo contrario, propone un horroroso acercamiento a lo real del mundo, pero incluso allí, hay un goce.
Y vos? vos cómo haces para transitar "la insoportable levedad del ser"?
Hay una experiencia que consiste en un autodesconocimiento de sí, en creer que el enemigo está en el otro y sin embargo el boicot está interiormente en uno mismo... nos acostumbramos a decir "no soy yo" (es el otro)...
El único enemigo a enfrentar está en nuestro propio ser... es desde adentro desde donde vislumbramos el único horizonte del que no se puede salir, es el horizonte de todos los horizontes, que nos marca la totalidad de nuestros territorios entendidos como posibles. Y sin embargo lo vivimos como si fuera algo impuesto desde afuera. Una fuerza invisible nos empuja a decir: "No soy yo."